miércoles, 19 de mayo de 2010

El lobo insiste en escribir

El intimismo de los deseos es un silencio combativo en un mundo pleno siempre de nombres periféricos, fantasmales.

El origen real de los deseos es la relación entre los distintos poderes personales –refugio de la mentira, también personal-, donde comienza la realidad.

Los poderes mezquinos contra la realidad.

El alcance del crimen, de la sustitución y otras traiciones, revela un cierto desamparo en la muerte, el paso del tiempo y la memoria de los vivos.

El alma por los suelos, mi cuerpo y su burla (no sé de quién es), frente a la espiral de la razón es el grado cero en el ocaso del lobo.

Un estallido de mapas hacia el infinito, desmitificadores del horror de las divinidades que engendran todas las facetas humanas.

El lobo insiste en escribir.

Apostar por el pensamiento es la solución final como guía suprema de la vida contra la avidez y el histrionismo propio de un mundo basado en una sociedad hipócrita, reprimida, plagada de supercherías intelectuales y morales.

Un amor que no cabe en el cuerpo, de pasión ilimitada, de belleza feroz, en este tiempo de fantoches es una tragedia si no se vive como un arriesgado sonido de silencio donde la voz del amante se renueva en cada palabra, en cada latido, en cada silencio.

En estos tiempos de penuria, lobo, si escribes, más vale que sea algo que valga la pena. Pero, si el escritor es su propia vara de medir, y no tienes otra más alta que tu ajustada inteligencia, quizás un libro pueda servirte de referencia, un libro que sobrepase el tiempo, la historia y la propia memoria para volver a pensar desde la melancolía y la madurez. ¿Quizás, en estos tiempos, el Lazarillo?

La victoria del capitalismo

Parece que ha ganado la ley de la jungla del mercado. Nuevos horizontes para unas generaciones ahora más olvidadas. Todos somos seres más perdidos.
La España que nunca fue nuestra no se puede escribir, porque la mano que escribe no vuelve más humanos los jaguares que gobiernan.
Náufragos de la condición humana, las palabras nos acercan a la vida. La pasión sobre papel contra el nuevo siglo del super-mercado.
Los Hombres de izquierdas somos invisibles. La historia, nuestra historia, siempre es una cita con nuestros miedos, agazapados en la realidad.
Las verdades, de la utopía al infierno, seguirán siendo secretos en la escritura, inútil combate por la vida.
Las versiones clave de los nuevos demagogos oligárquicos mantienen la enfermedad con el carácter instrumental de la razón, de su razón.
La vida entendida como hondura e historia humana la reducen a vestir deportivas en un mundo globalizado, esclavizado.
La huella roja de los dedos de la cultura se ven a través del gran angular del criminal que ostentando el poder fue y actuó como ellos, con la razón de ellos.
¿Qué habría ocurrido de ganar una fantasmal socialdemocracia? Una obra minimalista apegada a la ética de los materiales del Imperio nos mostraría la realidad en carne viva contra el cosmopolitismo del ser humano. Sobre el agua, la teoría del columpio (nunca alcanzarás el cielo ni con la cara ni con la espalda).
Apreciar la belleza intemporal, bajo este diario de difuntos que son hoy los medios de comunicación, es un acto de coraje, una dulce melancolía en los huesos.
Las críticas hacia lo que representamos, ¿despertarán de la amnesia a los hombres buenos? El presente continuo nos va obligando a desperdiciar el día.
Para después de esta guerra de los integrismos neoliberales contra la humanidad, el viaje de una liberación, ¿nos permitirá comer perdices?